Para el codirector Jaramillo, es dramático que, pese a la reducción de tasas, hay menos crédito hoy que antes de la pandemia
“La respuesta de cómo Keynes pensaría la situación de hoy, probablemente pensaría que se tiene un problema serio a nivel de actividad económica en Colombia, pues, a pesar de que se está recuperando, estamos lejos del potencial. Y, además, hay un problema de trampa de liquidez. Tenemos esa tasa a ese nivel (1,75%) y el crédito no se está expandiendo casi. Se está expandiendo por debajo del crecimiento del producto. Es decir, que, en términos reales, frente a la capacidad productiva de Colombia, hay menos crédito que el que había antes de la pandemia. Eso es dramático. Eso quiere decir que el mecanismo de transmisión de la política monetaria no está tan diestro, porque estamos en una trampa de liquidez”, sostiene Jaramillo en la extensa entrevista que concedió en exclusiva a Primera Página y cuyo texto en su totalidad revelamos a continuación.
Por Daniel Támara y Héctor Hernández M.
Primera Página - Agencia de Noticias -
Bogotá.- Jaime Jaramillo, integrante de la Junta Directiva del Banco de la República desde abril de este año, rompió su silencio con Primera Página y advirtió que “el crédito no se está expandiendo casi. Se está expandiendo por debajo del crecimiento del producto. Es decir, que, en términos reales, frente a la capacidad productiva de Colombia, hay menos crédito que el que había antes de la pandemia. Eso es dramático. Eso quiere decir que el mecanismo de transmisión de la política monetaria no está tan diestro, porque estamos en una trampa de liquidez”.
Desconcierta el pensamiento económico del codirector Jaramillo cuando plantea que, “increíblemente, hay que volver a leer a Keynes (John Maynard)”, considerado el padre del intervencionismo de Estado. Pero sorprende más cuando al final del reportaje asegura que, “en Colombia ha habido una cosa muy complicada y es la falta de fe en la economía de mercado y lo que eso implica. Acá, por algún motivo, todos como que sí somos capitalistas, pero no tanto”.
Para Jaramillo, existen tres Keynes: uno en la edad temprana, que era un tipo 100% monetarista. Después aparece el Keynes de la teoría general del empleo, que mira más la parte del sector real y el equilibrio macroeconómico. Y después aparece un Keynes que considera que no sólo importa la parte monetaria y la parte del equilibrio macroeconómico, sino la parte externa.
Su llegada a la Junta del Emisor se dio el pasado cinco de abril, en reemplazo de Arturo Galindo, quien apenas duró un año en el cargo. En el pasado trabajó en entidades internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Además, es bien recordado su paso por la Junta Monetaria (que desapareció en la Constitución de 1991 para darle paso a la Junta Directiva del Banco de la República), en donde se desempeñó como asesor entre 1989 y 1991).
A continuación, lea la entrevista completa que concedió el codirector Jaime Jaramillo Vallejo a Primera Página:
Primera Página (PP): Con los resultados del PIB del segundo trimestre, que estuvo en línea con el pronóstico del Staff del Banco de la República, ¿usted considera que llegó el momento de empezar a reducir gradualmente el estímulo monetario lo más pronto posible?
Jaime Jaramillo (JJ): Yo soy muy analítico y hasta que no vea los números no tomo decisiones. Para mí la proyección es un modelo matemático más o menos sofisticado, con unas probabilidades de unos descaches miedosos. Todos los que hemos hecho proyecciones sabemos que son cuenticos que uno se puede querer creer o no creer. Entonces yo no tomo decisiones con base en proyecciones, sino sobre números reales.
El mandato del banco es muy claro en materia de mantener la estabilidad y la convertibilidad de la moneda. Ese es un mandato clarísimo, pero la Corte Constitucional ha hecho una aclaración y ha dicho que eso no se puede interpretar como algo independiente a lo que está pasando con el resto de la economía. Uno tiene que propender a que la economía esté tan cerca como se pueda a su capacidad óptima. Entonces, si bien aquí no hay mandato tan separado como lo hay en Estados Unidos entre inflación y empleo, tácitamente sí hay un mensaje ahí de que uno no pueda actuar olvidándose de eso.
¿De dónde viene esa lógica? El sistema de la tasa de interés no solamente mueve la demanda de dinero, sino que también les pega a la inversión y el consumo. A nivel grande, de una macroeconomía, uno tiene una política fiscal, una política monetaria, una política cambiaria, y básicamente lo que se tienen son unas herramientas que son el gasto público y los impuestos, la tasa de interés y la tasa de cambio. Lo ideal es que el sector fiscal esté más o menos balanceado, porque a nivel macro hay una cosa que importa mucho y son los balances de ahorro e inversión de los sectores.
El banco tiene una política muy clara, en la que ha definido una meta de inflación y tiene una metodología para hacer el seguimiento correspondiente. Y dentro de esa metodología hay una cosa que es muy importante y es cómo se están comportando las expectativas. Y hay dos maneras de medir expectativas: llamar a técnicos de otras partes para preguntarles qué opinan ellos. Pero hay otra manera muy sencilla: aquí hay papeles de riesgo relativamente de cero a nivel colombiano que son TES en UVR y en pesos. Entonces uno mira la diferencia entre esas dos cosas. Yo le creo mucho más a esa medida que a los analistas.
Lo que realmente importa son los sectores del mercado. Y allí la buena noticia, en el caso de Colombia, es que esas expectativas están relativamente bien ancladas en el rango de cero a cinco años. Y eso es una excelente noticia. Nos da un poquito más de flexibilidad, en la medida en que el mercado piense que el banco es capaz de controlar el proceso inflacionario. Y, precisamente, en la Junta del lunes estuvimos mirando en dónde estaban las expectativas.
PP: Si uno le mete aritmética al tema de la inflación y un producto en 2019 valía $10 y se cayó a raíz de la pandemia a $5, una caída de 50%. Si se eleva ese precio de $5 a $8 significa que tuvo un crecimiento del 60%, es decir, que la inflación es mayor, pese a que el nivel del precio no supera al de 2019. ¿Esa mentira estadística la han tenido en consideración ustedes?
JJ: Claro que sí. Por eso, las estadísticas hay que mirarlas no solamente a nivel de número, sino hay que mirar es cómo va la tendencia y qué fue lo que pasó. Los números simplemente están reflejando algo y si no uno entiende ese algo, pues se equivoca. Cuando yo estaba en la Junta Monetaria, en el Gobierno de Barco se iba a hacer la apertura. Y uno de los requisitos de Presidencia era que ellos hacían la apertura siempre y cuando nosotros moviéramos la tasa de cambio en términos reales bastante. Y, obviamente, se hizo, porque al país le convenía eso. La tasa de cambio protegió la economía.
Hay una dimensión muy compleja en este momento y es que el Covid, la pandemia y todo ese cuento, lo que eso ha producido es mucho más complejo. Entonces todos los modelitos que teníamos, que antes funcionaban muy bonito, porque estábamos cerquita del equilibrio, perdieron vigencia. Ahí nos tocó sentarnos a analizar qué hay detrás de todo esto. Y aparecen un montón de cosas: aspectos relacionados con los costos de logística, transporte marítimo, lo que ha pasado con el acero, en donde hay un exceso de acero en el mundo, que llevó al expresidente Trump a poner un impuesto al acero europeo para proteger la industria del acero en Estados Unidos.
Todo hay que tomarlo en cuenta, yo no me voy a poner subir la tasa de interés aquí para bajar el precio del conteiner en el mundo. Por eso, hay que mirar los números con más certeza frente a lo que está pasando y entender muy bien. Y eso es lo que ha llevado al Banco Central Europeo a tener un relajamiento de sus normas de política monetaria. Ahora, ¿quiere decir eso que no es el momento para subir tasas en Colombia? Yo no estoy diciendo eso. Pero lo que sí pasa es que la decisión hay que tomarla mirando todo, entendiendo muy bien lo que está pasado y entendiendo cosas que son básicas. Por ejemplo, Keynes. La realidad es que, increíblemente, hay que volver a leer a Keynes para entender las cosas que están pasando.
Y hay otra cosa que tiene que ver con la parte externa. La política cambiaria de Colombia es muy clara: dejar flotar la tasa y solamente se acumularán reservas cuando la Junta llegue a un consenso sobre ello. Ese es un tema que, de acuerdo con cierto tipo de indicadores que utiliza el banco, estamos donde toca; de acuerdo con indicadores del Fondo Monetario Internacional, estamos un poquito por encima; si uno mete otras consideraciones por ahí, también estamos un poco por encima. Este es un tema que más adelante se verá y se considerará, pero en este momento la política del banco sigue siendo cero acumulación de reservas y eso implica que la tasa de cambio es completamente libre. Es una diferencia con el resto de América Latina. Mientras que el banco central Perú mete la mano en el mercado cambiario para evitar fluctuaciones grandes, nosotros no hacemos eso. La mesa de dinero del banco no juega en el mercado cambiario. Hace lo que tiene que hacer a nivel de los swaps y todo eso, pero no se mete a estabilizar la tasa de cambio. Esa es una decisión de política y sobre ella hay unanimidad total dentro de la Junta. No sé si se rompa ahora que venga Alberto (Carrasquilla).
Entonces, a todos estos cuentos de los conteiners, del transporte marítimo, viene el cuento del paro, viene el cuento, además, de la tasa de cambio, que se subió. Keynes hablaba de las expectativas como el espíritu de los animales. Decía que el problema con los inversionistas es que aparecía cualquier cosa y salían todos en estampida. El problema con los mercados financieros, incluido el cambiario, es que los espíritus de los animales juegan un papel. Yo leía lo que escribían los distintos analistas cuando estaba la tasa de cambio cerquita de los $4.000 sobre cómo las cosas se habían salido de control, un montón de carajadas. Y ya la tasa empezó a bajar. ¿Que si se va a bajar otra vez a $3.500? No tengo ni idea. Pero no me voy a poner a hacer fuerza por eso. Ni creo que la manera de manejar la inflación sea tratar de reevaluar el peso.
PP: ¿Cómo se maneja una situación de estas desde el punto de vista keynesiano? Y ahí le agrego otra pata a la inquietud: aunque no se quiera, con las divisas que hoy en día tiene por monetizar el Gobierno Nacional, en el fondo lo que tiene es munición para intervenir la tasa de cambio.
JJ: Totalmente de acuerdo. Yo no sé a dónde va a ir a parar la tasa de cambio, pero no voy a perder el sueño por eso. En realidad, hay tres Keynes. Un Keynes en la edad temprana que era un tipo 100% monetarista. Después aparece el Keynes de la teoría general del empleo, que es ya una persona que mira más la parte del sector real, el equilibrio macroeconómico. Y después aparece un Keynes y es el que ayuda a armar el Fondo Monetario, que es un Keynes que considera que no sólo importa la parte monetaria y la parte del equilibrio macroeconómico, sino la parte externa. La respuesta de cómo Keynes pensaría la situación de hoy, probablemente pensaría que se tiene un problema serio a nivel de actividad económica en Colombia, pues, a pesar de que se está recuperando, estamos lejos del potencial.
Y, además, hay un problema de trampa de liquidez. Tenemos esa tasa a ese nivel (1,75%) y el crédito no se está expandiendo casi. Se está expandiendo por debajo del crecimiento del producto. Es decir, que, en términos reales, frente a la capacidad productiva de Colombia, hay menos crédito que el que había antes de la pandemia. Eso es dramático. Eso quiere decir que el mecanismo de transmisión de la política monetaria no está tan diestro, porque estamos en una trampa de liquidez.
PP: ¿Qué tanta preocupación existe al interior de la Junta del banco frente a la ampliación del déficit externo y a su financiación?
JJ: Si uno mira la economía macro de Colombia, en realidad estamos en una situación que típicamente se conoce como la ampliación de dos déficits gemelos, uno fiscal y otro de cuenta corriente. Si uno mira los libros de textos, lo que hay que hacer en esos casos es un ajuste fiscal y no monetario. Por eso, es muy importante que el Congreso apruebe la Reforma Tributaria y ayude a restaurar el balance fiscal. A mí me preocupa mucho estar en una situación donde no hay un ajuste fiscal y donde todo el peso recae en la política monetaria para hacer unos ajustes que sólo van a terminar afectando al sector privado. Entonces, yo creo que lo sensato es trabajar también en la parte fiscal. Yo traje al banco la discusión sobre el balance de los sectores. Sería lo más aburridor del mundo entero tener que enfrentarnos a una situación en la que la parte fiscal no es capaz de hace un esfuerzo porque el sistema político no lo permite.
PP: A finales de los años 90´s la tarea fiscal no se hizo muy bien y, por el contrario, hubo una salida de madre en el frente fiscal. ¿Cuándo sucede eso, el ajuste monetario, y eso se vio en esa época, es una subida enorme de las tasas de interés?
JJ: Yo lo voy a ejemplificar con un evento que me tocó vivir y que es dramático. Yo terminé metido en la estabilización de Indonesia a finales de los 90’s, en el marco de la crisis asiática. El problema en ese momento fue que, si bien la política fiscal no estaba tan loca, sí estaba relativamente suelta y había una política monetaria súper suelta. El banco central estaba enloquecido. La tasa de cambio, de la rupia contra el dólar, se pasó de 9.000 a 18.000. Entonces, en un país que tenía una economía relativamente abierta, en donde buena parte de las empresas estaban endeudadas en moneda extranjera, eso implicaba que se quebraban todas las empresas. Y si se quebraban todas las empresas, se quebraban todos los bancos. Era el final de la era de Sudarta. Yo estuve allá en representación del Tesoro de Estados Unidos. Y la misión mía era bajar la tasa de cambio. Entonces, todos los días, a las cinco de la tarde, nos sentábamos con el vicegobernador del banco central de Indonesia a ver transacción por transacción a ver qué se permitía y qué no se permitía. Y, con eso, hicimos una contracción monetaria brutal. La tasa de interés se fue al cielo, pero la tasa de cambio volvió a 11 mil.
Cuando tiene que hacer todo a través de solamente la política monetaria el impacto es muy fuerte. Tengo la experiencia de haberlo hecho, de haber sufrido las consecuencias políticas de haberlo hecho, pero consciente de que lo que estaba haciendo era lo que me pidieron que hiciera. Pero fue muy bravo. Por eso, en este momento, yo sí quisiera ver un esfuerzo fiscal, que el Congreso se ponga la camiseta y haga su parte, y apruebe esta reforma para que haya un futuro, más o menos, manejable en materia fiscal, aunque no nos saque completamente del problema, porque para que eso pase, uno tendría que volver a los balances primarios positivos, que son los únicos que te van a reducir el stock de deuda como porcentaje del PIB. Y, para llegar a eso, estamos lejos. Ahí estábamos en 2019 y fue uno de los logros de la primera etapa de este Gobierno.
PP: Como simple espectador, mirando el pensamiento de Steiner y de Carrasquilla, ¿cuál sería su visión del pensamiento económico de ellos dos?
JJ: Yo creo que los dos son muy buenos economistas y los dos tienen una experiencia muy rica y muy útil para efectos de la Junta. Mientras Alberto aporta el haber trabajado mucho más en la parte macroeconómica, Roberto ha tenido mucha más exposición al sector bancario y, en ese sentido, entiende mucho mejor ciertos temas. Ya a nivel personal, siempre he tenido una relación buena con ellos, quizás un poco más cercana con Alberto, incluso por el sentido del humor: mamamos mucho más gallo que con Roberto. Roberto es más serio. Pero son excelentes economistas los dos.
Yo, en realidad, he visto la garrotera que se ha armado por fuera. A mí me da risa que pongan en duda la independencia de la Junta. Me parece hasta ofensivo. Si yo hubiera sido más sumiso, me hubiese ido bastante mejor en el panorama político colombiano. Yo siempre he pensado y actuado como pienso. Lo he hecho en donde he tenido que hacerlo: en la Junta Monetaria en su momento, antes de eso en el Fondo Monetario, después cuando estaba trabajando para el Tesoro de Estados Unidos. No tenía ningún problema en expresar que no estaba de acuerdo con lo que estaban haciendo.
Con Leonardo Villar me alcancé a cruzar, pero tangencialmente, porque era el asesor del ministro de Desarrollo en ese momento. Como yo coordinaba el equipo técnico macro del Gobierno, en la oficina mía se reunían personajes muy extraños. Desde Luis Ramírez, que en ese entonces era viceministro de Hacienda; estaba Eduardo Fernández Delgado, que era el director del Presupuesto; Luis Álvaro Sánchez, que era el director de Crédito Público; Armando Montenegro, que era el asesor de carteras. Y recuerdo haber invitado a Leonardo a una reunión.
PP: ¿Qué riesgos está viendo para la economía colombiana en el corto y mediano plazo?
JJ: En primer lugar, el tema fiscal. La preocupación es gigante, porque se están recostando totalmente en la política monetaria y eso no es responsable. Eso nos quita la independencia a nosotros, porque nos pone contra la pared. Yo no aprecio el hecho de que no hay un compromiso más serio de la clase política frente al problema fiscal que se generó por la pandemia, que no es culpa de ellos. Les toca ponerse la camiseta y hacer su parte. A nivel interno, me preocupa una cosa que se llama estanflación y es que uno acabe con una inflación alta y con una recesión al mismo tiempo.
Ese es un tema que a mí me quita el sueño. Cuando yo miro el panorama externo, yo veo un mundo bastante más complejo a nivel de un montón de cosas. Yo veo cómo las políticas monetarias de los países más avanzados se van a empezar a ajustar y eso va a implicar que vamos, eventualmente, enfrentar unos mercados de liquidez internacionales mucho menos generosos. Es importante tener eso en cuenta. Y hay otra dimensión que a mí me preocupa brutalmente y es que la recuperación del empleo no es igual a la recuperación de la economía. ¿Por qué se está dando eso? Entonces unos echan un cuento que es que ahora se necesitan unas capacidades diferentes.
Ahora nos volvimos más cibernéticos. Un tema que he estado batallando desde los años 90’s es el desempleo juvenil. A mí me preocupa eso mucho. Yo viví un aspecto de esto cuando estaba en la Decanatura de la Javeriana y me di cuenta de que estábamos produciendo profesionales que no los demandaba el mercado. En parte, esto es una cosa de política económica, pero también es un problema del sistema educativo. Si estamos produciendo administradores que no los quiere el mercado, hay algo mal que estamos haciendo. Y no sabemos. Y no es una cosa de llamar a un técnico de afuera que nos enseñe cómo se hace. Esto es mucho más complicado. Este es el tipo de problemas que realmente requieren que uno use neuronas a fondo.
Pero, dicho todo esto, los colombianos le podemos dar gracias a Dios porque tenemos una economía que es supremamente fuerte, Y tenemos esa gran ventaja sobre otras muchas economías. Que tiene defectos, sí los tiene. Pero esta es una economía que sabe hacer su nadadito de perro y salir adelante. Y siempre ha sido así. Cuando estuve en la Junta Monetaria lo vi y me parecía increíble. Yo le doy gracias a Dios por eso. Tengo esa visión positiva de Colombia.
PP: ¿Qué oportunidades ve para la economía colombiana y por qué Colombia no ha podido volverse un verdadero país exportador?
JJ: El reto de la pandemia nos está ayudando a pensar y a darnos cuenta de cosas que se nos había olvidado. Una cosa terrible que pasó en Colombia fue que, después del hallazgo de Cusiana, la economía se petrolizó. Y eso es desastroso, porque implica tasas de desempleo más altas, una menor diversidad en exportaciones, un tipo de economía muy distinto, donde uno realmente reparte petróleo, en vez de dar oportunidades de trabajo. Entonces, una de las cosas que pasó con la pandemia fue que el petróleo se nos cayó. Y la economía se vio en la necesidad de reaccionar distinto y nos obligó a pensar distinto. Y esto llegó en un muy buen momento, porque cuando yo pienso en los retos de largo plazo, pienso en todo el tema de cambio climático y lo que eso implica para una economía como la colombiana.
Ahí sí hay una mezcla de nuevas oportunidades y unos retos grandes. El reto más importante es dejar el vicio del petróleo. El petróleo no se va a acabar, siempre va a haber demanda, aunque mucho más reducida en el futuro. Pero hay una serie de oportunidades increíbles. Yo encuentro muy afortunado todo lo que se ha hecho a nivel de fuentes alternas de energía: la cosa solar, eólica, el cuento del hidrógeno, en lo que está trabajando actualmente el Gobierno. Y nos abre oportunidades en unas áreas que no habíamos tenido en cuenta antes.
La otra cosa es que Colombia tiene una riqueza en biodiversidad y tiene una capacidad de producir aire limpio por su propia naturaleza. Y uno de los retos hacia adelante es cómo poner este gran activo que tenemos de biodiversidad, de naturaleza, de agua y volverlo un mejor estado de vida para todo el mundo. Es una visión de muy largo plazo, pero ya cobra más vigencia. Buena parte de los países avanzados está hablando de moverse hacia carros eléctricos exclusivamente en cuestión de diez años. Le tenemos que dar más espacio al sector privado.
En Colombia ha habido una cosa muy complicada y es la falta de fe en la economía de mercado y lo que eso implica. Acá, por algún motivo, todos como que sí somos capitalistas, pero no tanto. No hay compromiso con eso. Y una parte clave de creer en la economía de mercado es creer en la competencia. Este es un país maravilloso, lo que pasa es que nos metimos fue en esta idea de que tenemos unos ricos para pagar impuestos y arreglamos a los pobres.
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